domingo, 27 de mayo de 2012

¿AHORA SOMOS GIPSY?

La Unión Europea se creó como una institución de unidad de gobiernos y países, para consolidad la paz y seguridad, el fin de las barreras, y un largo etcétera de cosas… Todo esto quedaba muy bonito, pero hoy se nos presenta otra realidad. La división entre los países miembros es cada vez más notable y no ayuda nada los “grupitos de amigos” y las siglas que para ello se están empleando. Si ya tuvimos que soportar ser reconocidos como PIGS, ¿Por qué ahora somos GIPSY?

Se están dando una serie de problemas fiscales y de deuda que tienen un puñado de países europeos, entre los que España ocupa un asiento VIP. Por ello estos países deben aguantar acrónimos despectivos que han calado en los mercados financieros internacionales y que se usan con soltura para referirse a Portugal, Irlanda, Grecia y España, las economías que ahora despiertan dudas sobre el futuro de la Unión Europea.

Todo comenzó en los años ochenta, cuando medios financieros británicos acuñaron el término PIGS (cerdos) para referirse a la carrera europea. La idea era muy simple: pequeños países poco fiables, políticamente inestables y económicamente propensos al déficit público, la inflación y el populismo y cuya entrada en el euro podría precipitar su fracaso. La iniciativa tuvo un gran éxito mediático, lo que no impidió que España iniciase un largo periodo de prosperidad y crecimiento económico y alcanzara cotas de creación de empleo nunca conocidas.

Pero las “economías porcinas” volvieron con más fuerza en el año 2008 cuando comenzó su declive, especialmente España y en esta ocasión lo hicieron de la mano del británico Financial Times, uno de los diarios económicos más influyentes del mundo. En su editorial titulado «PIGS inmuck» (cerdos en el estiércol) afirmaba lo siguiente: “Hace ochos años los cerdos llegaron realmente a volar. Sus economías se dispararon después de unirse a la eurozona (...) Ahora los cerdos están cayendo de nuevo a la tierra»”. Desde entonces, los medios y analistas anglosajones no han dejado de arremeter contra los desequilibrios de la zona euro, señalando sin ningún pudor a España como la segunda víctima de la crisis tras Grecia, como ya hemos podido observar en entradas anteriores.

Consciente de que las «perlas» británicas en nada favorecen la recuperación de la fe perdida por los mercados en la economía española, el Gobierno, con la ministra de Economía, Elena Salgado, al frente, se empeñaron a fondo en un «road show», que incluyó Estados Unidos, Francia y especialmente Londres entre las plazas elegidas para lanzar un mensaje de tranquilidad a los inversores institucionales, e intentar aplacar la creciente desconfianza. El Financial Times, adoptó, por expresiones sustitutivas, algo menos despectivas para referirse a los famosos PIGS, como «el cinturón del olivo», los «periféricos» o el «Clud Med».

Pero la cosa no ha quedado aquí. Los «cerdos» ya tienen competencia en medios financieros internacionales. Éstos comienzan a utilizar un concepto más despectivo, ligado a la fuerte deuda contraída por los Estados. Ahora, lo que toca es hablar del selecto club de los gitanos (GIPSY) para citar a países que están bajo la presión financiera del mercado con altos niveles de deuda: Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia (por su «y» final en inglés, Italy).
Pero calificativos aparte, el plan de rescate de Grecia (30.000 millones de crédito) ha relajado sin duda la presión de los mercados sobre los PIGS, ahora GIPSY, pero... ¿qué ajustes fiscales están haciendo estos países que están en el ojo del huracán para salir de este exclusivo club? ¿Qué está haciendo un país como España, en el punto de mira de los inversores?
La mayor parte de los analistas coinciden en que España no es Grecia (no tenemos el mismo nivel de deuda, nuestra economía es más fuerte y la banca más sólida) aunque los mercados financieros recelan de que el Gobierno pueda reducir el déficit público en los plazos previstos (3% del PIB en 2013), lo que hace, si cabe, mucho más urgente la necesidad de hacer los deberes y emprender el tortuoso camino de las reformas estructurales pendientes, las que reclaman organismos nacionales e internacionales con ahínco, pero sin éxito alguno; no acaban de llegar. El mejor ejemplo es la ya eterna reforma del mercado de trabajo.

Todos los ojos miran a España tras el desplome de Grecia, mientras el Gobierno insiste en desligar nuestra economía de una coyuntura, la helena, de explosiva deuda soberana. Esta comparación no deja de ser un trago para un país que hasta hace muy poco disfrutaba de un sólido crecimiento y un holgado superávit en las cuentas públicas y ahora padece un desequilibrio en su economía que le ha llevado a registrar el mayor desempleo de la UE.

El estallido de la burbuja del ladrillo y la esquizofrenia consumista que hizo que familias y empresas se endeudaran hasta los ojos ha hecho mucho más dura una crisis que vino heredada y ha dejado a España con un paro de casi el 19% y un déficit del 11,4% del PIB en 2009, pese a que las normas de la Eurozona fijan un tope máximo del 3%. Este gasto desenfrenado es común a Portugal, Irlanda y Grecia.

¿Cuáles son las medidas adoptadas? Desde anunciar un plan de recorte de las pensiones (ampliar de 65 a 67 la edad legal de jubilación, y de 15 a 17 los años mínimos para tener derecho a pensión...) a un ajuste en el gasto público de 50.000 millones de euros en los próximos cuatro años. Un plan que ha sido fuertemente criticado por su falta de concreción y por no estar a la altura de una crisis sin precedentes, que ha puesto patas arriba los cimientos del capitalismo moderno.

El recorte de gasto va a afectar fundamentalmente a la inversión pública, los gastos de personal y habrá poda en los altos cargos (340 secretarios de Estado y directores generales), aunque se mantendrán 14 ministerios. Del tijeretazo se salvará el gasto social y medidas polémicas como el cheque bebé; se cumplirá el acuerdo salarial con los funcionarios (una subida del 0,3% hasta 2012), pero habrá reducción de la oferta de empleo público (sólo se repondrán el 10% de las plazas, frente al 30% acordado con los sindicatos).

Otro cantar es la reforma laboral. Negociaciones de más de un año no han dado como fruto un acuerdo, que el Ejecutivo quiere basar en más facilidades para contratar aplicando rebajas en el despido.

Hasta ahora no ha conseguido que empresarios y sindicatos se pongan de acuerdo en nada. Y tiene dos opciones, o seguir teniendo a su lado a los sindicatos, que no han dudado en sacar las uñas cuando ha sido necesario, o convencer a los mercados, incrédulos ante tanta espera.

Mientras nuestros amigos y vecinos anglosajones siguen creando e inventando nuevos calificativos para países compañeros de Unión, España sigue tomando decisiones económicas, a la vez que polémicas, y de momentos sin resultado alguno. Toca esperar y ¡Ánimo GIPSY!


ABC.es
Entintaverde.com

María Cano

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