sábado, 26 de mayo de 2012

GRECIA HOY


Prácticamente dos años después de que todo empezara, la situación no ha cambiado mucho. Por el contrario, se suma cada vez con más fuerza a las escaramuzas entre los políticos y los mercados que caracterizan la crisis griega el desasosiego en las calles. La enésima huelga general en Grecia la protagonizaron, en esta ocasión, entre 10.000 y 20.000 manifestantes que protestaron en Atenas por otra ronda de despidos en el sector público, una poda adicional de sueldos, pensiones y demás tijeretazos propios de esta época. Ese descontento ha elevado la temperatura del gobierno del tecnócrata Lukas Papademos y la troika, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y El Fondo Monetario Internacional, no consiguieron cerrar un acuerdo para consagrar la nueva oleada de austeridad a cambio de un nuevo y multimillonario plan de ayudas. Los partidos griegos se resisten a tragar la amarga píldora, con los comicios a la vuelta de la esquina. Y Papademos se reunió de nuevo con la troika para intentar alumbrar un documento final, según fuentes políticas.

La incertidumbre está lejos de remitir. El Ejecutivo filtró un principio de acuerdo al atardecer con la troika, que llegaba después de incumplir media docena de fechas límite. El pacto, un leve indicio de que podía haber avances. Debía ser refrendado el pasado martes por socialistas, conservadores y ultraderechistas, los tres partidos presentes en el Ejecutivo. No hubo fumata blanca y las desavenencias forzaron a Papademos a posponer la reunión hasta el miércoles. Quedan cabos sueltos dentro de ese paquete de medidas para mantener las finanzas públicas bajo control y sin ese acuerdo la sombra de una suspensión de pagos en Grecia es alargada.

El habitual surtido de ultimatos procedentes de Paris, Berlín y Bruselas obliga a Papademos a convencer ya a los partidos de la necesidad de esa nueva cura de austeridad. Europa y el FMI exigen el apoyo sin fisuras de las tres formaciones del Gobierno para que las medidas no se desvanezcan tras los comicios de primavera. Pero en los pasillos del Parlamento, políticos de todo signo se desmarcan a diario de esas medidas para desespero de Papademos y de unos líderes europeos que dan la impresión de estar a un paso de perder la paciencia.

En febrero de este año se llevaron a cabo nuevas medidas fiscales que apuntaban más recortes. Tijeretazos de 1.100 millones en el sistema de salud; 300 millones en inversiones; 300 millones en defensa, además de una rebaja del 20% del salario mínimo (unos 750 euros en 14 pagas, lo que equivale a 875 en 12) y de un porcentaje similar para las pensiones superiores a 1.000 euros y se eliminó una paga extra en el sector privado. Como colofón, se despidieron 15.000 empleados públicos.

Francia y Alemania presionarán además para crear una cuenta bloqueada que garantice a los acreedores de Grecia el cobro de los intereses de la deuda. El presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, ha expresado ya su apoyo a esa iniciativa, que llega tras una polémica propuesta alemana de crear la figura de un comisario fiscal europeo en Atenas.

La consolidación fiscal, el eufemismo preferido en Europa para tratar de suavizar recortes de todo tipo, es imprescindible para desencallar el nuevo rescate griego, vía préstamos internacionales por importe de un mínimo de 130.000 millones. Y eso a su vez es básico para cerrar la participación de la banca en la reestructuración de la deuda helena, ante la constatación de que la losa del abultado endeudamiento público (unos 350.000 millones) es demasiado pesada. Papademos también se reunió con el Instituto de Finanzas Internacionales, que representa a los acreedores privados en esta negociación, para informarles de los recortes.

A todo esto, la economía griega se encamina hacia el cuarto año consecutivo de recesión. Y frente a esas cifras, el Ejecutivo confía en llegar a un acuerdo necesario para que llegue dinero fresco a Atenas. El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso reconoció que quieren que Grecia siga en la eurozona. Pero el peligro sigue al acecho. Por su parte, Neelie Kroes, vicepresidenta de la Comisión, afirmó que la eurozona no se hundiría si dejase atrás a Grecia.

La banca anglosajona ha puesto ya cifras a la teoría de Kroes: las probabilidades de que esa salida del euro ocurra son del 50%, según un informe de Citi. Aunque no todo se reduce a números: el descontento en las calles no deja de aumentar. Y eso sí es alarmante.

Crisis viene del griego y significa volver a plantearse todo, tal vez no es casualidad que sea en Grecia, en la cuna de la cultura occidental, donde haya que empezar a pensar como reformar todo un sistema económico. Al fin y al cabo, Europa es también una palabra griega.
 

Fuente: El País, El Mundo, www.rtve.es

Laura C. Chiachio


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