En febrero de 2010 Grecia vivía un durísimo
plan de ajuste para intentar sanear las cuentas del país y recuperar la
credibilidad internacional de su economía. Miles de protestas denuncian los
planes del gobierno de Papandreu de recortar sobre todo salarios, pensiones y
que afecta especialmente al sector público. Técnicos del Banco Central y de la
Comisión Europea, así como del Fondo Monetario Internacional, inspeccionaron la
puesta en marcha de esas medidas y han vigilado muy cerca que se cumplan. Los
ministros de economía de la eurozona dieron un ultimátum al gobierno griego
para que se empezaran a ver los primeros resultados antes del 16 de marzo de
ese mismo año.
Por primera vez, un país de la zona euro rozaba el riesgo de desestabilizar
la moneda única, pero también por primera vez, queda clara la voluntad de los
gobiernos europeos de estar listos para el rescate. Más ajustes en los
presupuestos, en los salarios y en las pensiones es lo que exige la Unión
Europea a un país que debe más de lo que puede pagar y cuya deuda pública
supera el 120% del PIB. Por todo ello le somete a vigilancia y le da un mes de
plazo para mostrar resultados, solo un mes para comprobar que Grecia no está en
un callejón sin salida.
Un sinfín de huelgas se suceden en Atenas, todo por las medidas de ajuste
que el gobierno de Yorgos Papandreu anunció a principios de febrero de 2010,
congelación de los salarios, subidas fiscales y aumento de la edad de
jubilación a los 65 años. Papandreu, que ganó las elecciones en octubre de 2009
con la promesa de aumentar los impuestos a los ricos para ayudar a los pobres,
asegura que el país no puede aguantar más huelgas y que ya no tiene tiempo para
actuar a corto plazo. La sensación de angustia por la falta de tiempo se palpa
en la calle.
Ya hace once años, cuando Grecia estaba a punto de incorporarse al euro, el
Banco Central Europeo expresó su preocupación porque el país no podría cumplir
los criterios de convergencia debido a su alto déficit público y a su índice de
infracción. Décadas de corrupción política que afectó a diversos gobiernos y se
agravó con los gastos y las ayudas para las obras de los Juegos Olímpicos de
2004 que aumentaron la fragilidad de su economía. Ahora se ve imprescindible la
reforma de todo el sistema.
Mientras los griegos ven como sus fuentes de ingresos tradicionales como el
turismo o el transporte marítimo acusan también la crisis, queda en evidencia
lo que era una sospecha, que el gobierno anterior falseó y maquilló las cifras
oficiales, ocultó el déficit, entonces saltó la alarma por un posible efecto
contagio a otras economías europeas.
Los ministros de economía de la Unión Europea impusieron sus deberes y era
Giorgios Papaconstatinou, el ministro de Finanzas griego en aquel momento, el
que tenía que llevarlos a cabo. El compromiso era reducir el déficit de su país
del 12,7 al 8,7 en 2010 y dejarlo en el 3% en 2012 recortando el gasto público.
Era entonces por aquel tiempo, en febrero de 2010, cuando Papaconstatinou
declaraba que Grecia tenía falta de credibilidad y que la pagaban,
desafortunadamente, en el mercado internacional. “Pero también existe
especulación internacional”, afirmaba el ministro. Además, reconocía que ellos
creían que habría estabilidad y que dependía de cómo vieran todos a Grecia, los
europeos, los mercados y los ciudadanos griegos. “Hay que demostrar que lo
asumimos y llevamos a cabo un difícil programa, en cuanto lo hagamos
correctamente podremos obtener el préstamo internacional que necesitamos para
los próximos meses”, concluía.
“Un programa importante de Grecia es poder encontrar una solución a la
deuda, tenemos que hallar una solución más profunda para la competitividad del
país. La economía hace años que pierde competitividad en el turismo, en el
transporte marítimo, es ahí donde tiene que haber inversiones, deben existir
inversiones radicales. El problema es que Grecia, en este momento, no tiene
estas inversiones.”, sostenía por su parte, el economista Jens Bastian.
Pero esas inversiones, en un país donde el 18% de los trabajadores son
funcionarios públicos, se ven a menudo como una amenaza. Ocurrió en el puerto
del Pireo, un autentico símbolo del poder económico griego de otros tiempos, el
gobierno de Nueva Democracia, anterior al de Yorgos Papandreu, privatizó la
gestión de sus contenedores y se la entregó a una empresa china. El propósito
era en 2010 seguir adelgazando el sector público, reducir directivos y salarios
y reformar el sistema de pensiones para que no quebrara en cinco años.
En la calle lo que más costaba aceptar eran las complicadas reformas
fiscales entre una población que ha convivido con el fraude. Se planteó subir
los impuestos a las rentas más altas y exigir facturas detalladas de gastos a
los que estaban exentos, a los que tenían rentas inferiores a 12.000 euros. Lo
que sí tienen claro los griegos es que hay que hacer ajustes, pero justos. Este
es el enorme reto de una cultura, que como recuerdan los mejores escenarios de
su arqueología, enseñó al mundo a pensar.
A Grecia se le acababa el tiempo, tenía que recuperar en pocos días su
credibilidad perdida como país en muchos años. Nadie pensaba que iba a
conseguirlo en un solo mes, pero en ese tiempo se tenía que ver si las columnas
rotas de su economía podían servir de pilares para construir un nuevo modelo,
algo que estaba por inventar, quizá por eso el gobierno griego, por primera
vez, le pedía a los ciudadanos que opinaran sobre las leyes en Internet. Creó
una especie de ágora virtual, porque se buscaban ideas para salvar a un país y
es un esfuerzo al que todos deben enfrentarse. El 60%, según las encuestas,
apoyaban las medidas del gobierno, pero debían aplicarlas.
Como una premonición sobre el cielo de Atenas pesaba también esos días la
sombría situación de la economía de Grecia que reflejó su ministro de finanzas con
una tremenda metáfora. Se trata, decía, de que el Titanic no se hunda, pero no
se puede conseguir en un día.
Fuente: El País y www.rtve.es
Laura C. Chiachio
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